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PABELLÓN DEL ALMA 

DESVELO

Cuando comencé la búsqueda del proyecto final para obtener el título de arquitecto, empecé a pensar en lo que me quitaba el sueño y no me dejaba dormir, en aquello que llevaba tiempo reflexionando y necesitaba una solución a la causa de mis desvelos. Una respuesta a tantas preguntas. Esas inquietudes y preocupaciones se volvieron el motivo y el inicio de la obra final y la cual daría paso a un nuevo comienzo.

 

Inicias las practicas o empiezas a trabajar en algún estudio de arquitectura y te das cuenta que hay una gran diferencia entre lo que se estudia y se ejerce. Con los años se pierde la mística universitaria, disminuye el proceso proyectual. Lo que en la universidad un trabajo se desarrolla en el transcurso de seis meses, en la vida laboral se desarrolla en un mes, y con suerte. Esto implica que los espacios no sean realmente pensados, y cuando digo pensado no hablo de proporciones, hablo de la sensibilidad de concebir el espacio, de trabajar con la luz (que al fin y al cabo es la que le da movimiento a la obra), de imaginar el recorrido, las sensaciones y sobre todo las emociones que podría causar a quien habita esa obra.

 

Al disminuir el tiempo, nos saltamos etapas, dejamos el lápiz y el papel para pasar directamente a la tecnología. En el libro Los ojos de la piel de Juhani Pallasmaa dice: “El ordenador crea una distancia entre el autor y el objeto, mientras que el dibujo a mano alzada, así como la confección de maquetas colocan al proyectista en un contacto directo con la obra. Donde él en su imaginación esta dentro y afuera del objeto al mismo tiempo”.

 

Sostengo, que cuando plasmamos la idea directamente al papel, primero imaginamos el objeto, luego nuestro cerebro manda la señal y la mano se encarga de expresar lo que pensamos, a diferencia de la computadora primero imaginamos el objeto y luego nuestro cerebro manda la señal a la mano la cual busca las herramientas dentro del ordenador para poder expresar la idea. En ese tiempo que transcurre la idea se diluye y termina siendo producto de la tecnología y no algo concebido internamente.

 

 

La importancia que el arquitecto o muchos de ellos le dan al ingreso monetario, ese pensamiento “mientras menos tiempo este con un proyecto más dinero obtendré” genera un círculo vicioso donde lo que se construye para ganar dinero... y construir no es lo mismo que hacer arquitectura, y da como resultado ciudades vacías de sensibilidad y sentido.

 

Esto produce un desgaste al arquitecto y el ejercicio de la profesión termina siendo una rutina. La creatividad es como un músculo si no se ejercita se endurece y la pasión por la arquitectura y la profesión se pierde... Se diluye con el tiempo...

PENSAR

Esto me llevó a pensar en la búsqueda de un espacio que se asemeje a un monasterio, un lugar en donde arquitectos y artistas puedan volver a encontrarse con su esencia.

La templanza a través del juego con los materiales, las prácticas, la sensibilidad, los espacios y el silencio; una búsqueda para volver a escuchar el alma.

Donde el lugar pueda brindar una manera única la espiritualidad que necesita el ser para poder existir y de esta forma recuperar la pasión dormida.

Un Pabellón del Alma que nos permita redescubrirnos, tanto en lo personal como en lo profesional, a partir de la soledad, y así comprender el mundo en que habitamos.

Este trabajo es un extenso proceso de investigación desarrollado como proyecto final de carrera. En el cual durante dos años acompañado por el asesor Aurelio Alvares Campi, pude llevar adelante y realizar dicho trabajo.

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